Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire... 1 Corintios 9:26.
Correr sin objetivo alguno, es un despropósito. Todo aquel que corre debe hacerlo consciente de cuál es su meta. El atleta, por ejemplo, lo hace reconociendo que está participando de una competencia y que debe llegar al final de la pista en el menor tiempo posible para coronarse ganador.
Nos engañamos al pensar que la continua actividad nos asegurará el éxito. Si queremos optimizar nuestra energía, invertir bien el tiempo y potenciar nuestras acciones, es necesario establecer metas. ¿Por qué corres? ¿A dónde quieres llegar? Si puedes responder estas preguntas, entonces estás listo para correr, antes no.
La pelea es inminente. Todos debemos pelear si es que en realidad queremos triunfar. Sin embargo, el asunto no es pelar por pelear; todo aquel que pelea debe, en primer lugar, identificar a sus enemigos.
La Biblia nos enseña que la pelea no es contra carne o sangre, la pelea es contra nuestra carne, el mundo y Satanás quien buscará de cualquier manera, descalificarnos de la competencia. En segundo lugar, un buen luchador, debe calcular muy bien cuando atacar.
El apóstol Pablo afirmó “peleo, pero no como quien golpea el aire”. Si vieras a un hombre lanzando “golpes a la nada” ¿qué pensarías? Probablemente dirías: ese hombre está loco.
Pues bien, a veces somos así, lucimos como locos. Caemos en la desesperación o en la ansiedad y entonces, actuamos como torpes o necios. He admirado al apóstol Pablo por su determinación, pero sobre todo, por su capacidad de mantener el enfoque, él no dejaba nada a la suerte.
Estos días son clave en tu vida, familia o vocación. Establece metas e identifica tus enemigos. Para tal efecto, responde estas dos preguntas: ¿a dónde quieres ir? Esto te dará un norte. ¿Qué es aquello que te impide alcanzar tu meta? Así estarás en la pelea correcta.
¡Bendecido día!